«Últimamente he hablado mucho de urbanismo y transporte público, por lo que algunos han llegado a la conclusión de que odio los coches. Soy comprensivo con esta posible caracterización errónea, sobre todo cuando me he referido a ellos como máquinas de humo, trampas mortales y otros calificativos acertados.»
Hay un señor en Sídney que soy yo, pero él no lo sabe.
El coche es como un cuchillo. Es tan funcional como peligroso. Salvo algunos casos raros de cojones, el cuchillo se usa de forma conveniente, dentro de un entorno seguro y para acciones muy específicas y concretas. El coche se usa hasta para ir a cagar.