Tú no eres uno. Eres muchos. Y, si me apuras, eres muy poco 'tú'.

Como parte de nuestra herencia cultural, cuyo LOLazo máximo es ser particularmente inculta, nos cuesta aceptar el hecho de que somos multividuos, un conjunto de seres vivos más o menos organizados en un volumen al que llamas "yo".

Tú, con tu multitud, conformas un holobionte que, como decía Ed Yong, "es un zoológico de nuestra propiedad" y los microorganismos que contienes superan a razón de 10 a 1 a 'tus' células.

En términos biológicos, eres un ecosistema bacteriano móvil.

Desde el punto de vista de los microorganismos —por cierto, este es su planeta, no el tuyo— no eres más que un mecanismo de distribución de energía, calor y posibilidades autoportantes.

Merece la pena considerar algunos de estos hechos para darnos cuentas del 'papel' que jugamos como animales, a menudo eclipsado por ese mecanismo de retroalimentación al que llamamos consciencia y por el que nos hemos autoproclamado de lo más importante de por aquí.

Spoiler: no.

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